Eduardo Hernández - Movimiento AVANZAR
La Asamblea Popular ha continuado por su senda de consolidación, y se prepara en este 2009, para participar por primera vez en la historia del Uruguay, como un nuevo partido político. Un espacio integrado por diferentes corrientes ideológicas que reúne en sus programas, en sus declaraciones y en su plataforma electoral una síntesis de los mejores postulados históricos de la izquierda nacional, analizados y vueltos a discutir a la luz de los nuevos tiempos, pero que mantienen la línea forjada por los grandes hombres de nuestra nación. Muchos de los cuales dejaron su vida detrás de las luchas y los sueños por un país más justo y solidario, desde las disputas por la independencia nacional hasta nuestros días. Se impregna a su vez de las generaciones actuales, donde sobre todos los más jóvenes han encontrado un espacio de participación, ingerencia y determinación en un futuro que les pertenece y que habrá de tenerlos como principales protagonistas. Por eso definimos a la Asamblea Popular, como “el viento purificador de la política y la izquierda nacional”. Ahora, luego de dar pasos de trascendencia en la vida de la organización, como lo fue la pasada Asamblea Nacional de Delegados, y como lo será, sin lugar a dudas la próxima Asamblea Nacional de Adherentes, en el mes de marzo, nos urge utilizar todos nuestros recursos militantes para acompañar el trabajo que ya vienen haciendo muchos compañeros, en cada rincón del país, por poner a la Asamblea Popular en las calles, en las ciudades, en los pueblos, junto a los productores del campo, en los lugares de trabajo, codo a codo con los obreros, los de a pie, los “ninguneados” de siempre, para que desde todos los rincones puedan sumarse compañeros y vecinos en esta construcción que no puede ser otra que aquella que nos lleve por la ruta del artiguismo, contra el capitalismo neoliberal, contra el imperialismo saqueador y en la búsqueda de la independencia de este modelo económico que día a día nos sumerge en mayor subdesarrollo y pobreza, en todas sus expresiones. Y es por acá donde está el camino. Del otro lado están esos dirigentes acérrimos defensores del modelo que debemos combatir, que hoy se nuclean en las cúpulas de los partidos tradicionales y del Frente Amplio y que en estos tiempos electorales se desangran en la lucha por los cargos bajo la mirada desconfiada hasta de sus propios simpatizantes. Por eso se aglomera y toma fuerza la Asamblea Popular, que deberá escuchar los verdaderos reclamos del pueblo, descubrir y analizar sus desasosiegos, formar conciencia, trabajar y trabajar. Como pueblo y una vez de encontrados los objetivos del colectivo, deberemos trazar el camino y echarnos a andar, y construir sobre la traición, sobre la deserción, la flaqueza, la calumnia, combatiéndoles con fuerza, para transitar en la impostergable reconstrucción del país. Nuestra fuerza es y deberá ser siempre la herramienta de participación de las masas, del pueblo en su conjunto, de toda la población en general, para que ésta tenga en sus manos la conducción de sus destinos y nunca podrá albergar beneficios para sectores oligárquicos y menores como ha sucedido con estos últimos gobiernos de turno. Deberá además abrir a lo largo y ancho toda la realidad nacional, para buscar soluciones, para que dé una vez por toda podamos dejar de estar bajo la órbita de estos gobernantes improvisados que nos han encadenado a sucesivas crisis, donde son siempre más lo que pierden que los que pueden permanecer a flote. Nuestro Uruguay, ha caído en la más absoluta dependencia. Debe cifras desmesuras a organismos financieros internacionales, su producción nacional, su industria, ha quebrado frente al embate de las multinacionales primermundistas que nos han invadido con sus productos industrializados en primera instancia, bajo la complicidad de los diferentes gobiernos, para luego y ya con el “terreno despejado”, han desembarcado en nuestras tierras con sus empresas contaminantes, sus salarios de hambre, marcando las inestabilidades laborales para nuestros obreros, que a ellas les imponen las realidades de los mercados internacionales. (Basta con que haya alguna inclemencia climática en Europa o en Estados Unidos, para que acá vaya un sector de obreros al seguro de paro, o vea cómo en sus propias narices se cierra una fábrica y pasa a ocupar la franja de los desocupados de la noche a la mañana, en una transferencia de costo civil que paga toda la sociedad). Hoy, estos gobernantes hablan de la inversión que viene al país y como ellos les abren las puertas, porque no pueden hablar de desarrollo nacional, ya han hecho la entrega, son cómplices del modelo. De esta forma han condenado a esta generación al exilio, al fracaso, a la falta de horizontes. Así las expectativas quedan mutiladas y nuestros mejores jóvenes emigran para esos ámbitos donde puedan desarrollar sus habilidades que el país no les suministra. Quizás a estos gobernantes no les importe mientras tengan quienes les financien las fiestas electorales, y las pujas por los cargos, en un país con problemas económicos, pero con mayores problemas políticos, éticos y morales. El “cambiar la pisada” urge. El desarrollo nacional, la estabilidad, los mejores horizontes, vendrán de la mano de una administración de la cosa pública con alta participación de pueblo en forma real y en función de los intereses de la Nación.
La Asamblea Popular ha continuado por su senda de consolidación, y se prepara en este 2009, para participar por primera vez en la historia del Uruguay, como un nuevo partido político. Un espacio integrado por diferentes corrientes ideológicas que reúne en sus programas, en sus declaraciones y en su plataforma electoral una síntesis de los mejores postulados históricos de la izquierda nacional, analizados y vueltos a discutir a la luz de los nuevos tiempos, pero que mantienen la línea forjada por los grandes hombres de nuestra nación. Muchos de los cuales dejaron su vida detrás de las luchas y los sueños por un país más justo y solidario, desde las disputas por la independencia nacional hasta nuestros días. Se impregna a su vez de las generaciones actuales, donde sobre todos los más jóvenes han encontrado un espacio de participación, ingerencia y determinación en un futuro que les pertenece y que habrá de tenerlos como principales protagonistas. Por eso definimos a la Asamblea Popular, como “el viento purificador de la política y la izquierda nacional”. Ahora, luego de dar pasos de trascendencia en la vida de la organización, como lo fue la pasada Asamblea Nacional de Delegados, y como lo será, sin lugar a dudas la próxima Asamblea Nacional de Adherentes, en el mes de marzo, nos urge utilizar todos nuestros recursos militantes para acompañar el trabajo que ya vienen haciendo muchos compañeros, en cada rincón del país, por poner a la Asamblea Popular en las calles, en las ciudades, en los pueblos, junto a los productores del campo, en los lugares de trabajo, codo a codo con los obreros, los de a pie, los “ninguneados” de siempre, para que desde todos los rincones puedan sumarse compañeros y vecinos en esta construcción que no puede ser otra que aquella que nos lleve por la ruta del artiguismo, contra el capitalismo neoliberal, contra el imperialismo saqueador y en la búsqueda de la independencia de este modelo económico que día a día nos sumerge en mayor subdesarrollo y pobreza, en todas sus expresiones. Y es por acá donde está el camino. Del otro lado están esos dirigentes acérrimos defensores del modelo que debemos combatir, que hoy se nuclean en las cúpulas de los partidos tradicionales y del Frente Amplio y que en estos tiempos electorales se desangran en la lucha por los cargos bajo la mirada desconfiada hasta de sus propios simpatizantes. Por eso se aglomera y toma fuerza la Asamblea Popular, que deberá escuchar los verdaderos reclamos del pueblo, descubrir y analizar sus desasosiegos, formar conciencia, trabajar y trabajar. Como pueblo y una vez de encontrados los objetivos del colectivo, deberemos trazar el camino y echarnos a andar, y construir sobre la traición, sobre la deserción, la flaqueza, la calumnia, combatiéndoles con fuerza, para transitar en la impostergable reconstrucción del país. Nuestra fuerza es y deberá ser siempre la herramienta de participación de las masas, del pueblo en su conjunto, de toda la población en general, para que ésta tenga en sus manos la conducción de sus destinos y nunca podrá albergar beneficios para sectores oligárquicos y menores como ha sucedido con estos últimos gobiernos de turno. Deberá además abrir a lo largo y ancho toda la realidad nacional, para buscar soluciones, para que dé una vez por toda podamos dejar de estar bajo la órbita de estos gobernantes improvisados que nos han encadenado a sucesivas crisis, donde son siempre más lo que pierden que los que pueden permanecer a flote. Nuestro Uruguay, ha caído en la más absoluta dependencia. Debe cifras desmesuras a organismos financieros internacionales, su producción nacional, su industria, ha quebrado frente al embate de las multinacionales primermundistas que nos han invadido con sus productos industrializados en primera instancia, bajo la complicidad de los diferentes gobiernos, para luego y ya con el “terreno despejado”, han desembarcado en nuestras tierras con sus empresas contaminantes, sus salarios de hambre, marcando las inestabilidades laborales para nuestros obreros, que a ellas les imponen las realidades de los mercados internacionales. (Basta con que haya alguna inclemencia climática en Europa o en Estados Unidos, para que acá vaya un sector de obreros al seguro de paro, o vea cómo en sus propias narices se cierra una fábrica y pasa a ocupar la franja de los desocupados de la noche a la mañana, en una transferencia de costo civil que paga toda la sociedad). Hoy, estos gobernantes hablan de la inversión que viene al país y como ellos les abren las puertas, porque no pueden hablar de desarrollo nacional, ya han hecho la entrega, son cómplices del modelo. De esta forma han condenado a esta generación al exilio, al fracaso, a la falta de horizontes. Así las expectativas quedan mutiladas y nuestros mejores jóvenes emigran para esos ámbitos donde puedan desarrollar sus habilidades que el país no les suministra. Quizás a estos gobernantes no les importe mientras tengan quienes les financien las fiestas electorales, y las pujas por los cargos, en un país con problemas económicos, pero con mayores problemas políticos, éticos y morales. El “cambiar la pisada” urge. El desarrollo nacional, la estabilidad, los mejores horizontes, vendrán de la mano de una administración de la cosa pública con alta participación de pueblo en forma real y en función de los intereses de la Nación.
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