martes, 11 de septiembre de 2007

Monocultivos

José Coronado

Conocida es la posición de Avanzar, como grupo político, respecto al monocultivo de eucaliptus y la consiguiente instalación de plantas de celulosa. El tremendo impacto negativo de éste en nuestros ecosistemas de praderas es fácilmente advertido solo en la impresionante extracción de agua que el mismo realiza de los suelos, entre otros ejemplos.

Sin embargo esta posición no puede sesgarse únicamente hacia esta especie forestal y nos deja en una posición algo ambigua respecto a otros monocultivos existentes en el país.

Es que si estamos en contra del monocultivo de eucaliptus por argumentos ecológicos también deberíamos estarlo respecto de otros monocultivos. Tan o aún más dañinos al ambiente resultan algunos cultivos agrícolas que actualmente, o desde hace años, se realizan en Uruguay.

Hoy día el furor agrícola de la soja exprime la fertilidad de las mejores tierras y las esteriliza a mediano plazo producto de la alta carga de insecticidas y herbicidas que se le aplican. Otros furores agrícolas vendrán cuando los países más industrializados demanden granos (girasol y maíz) para la producción de biodisel o alcohol como sustitutos de combustibles fósiles. Y seguramente esos furores agrícolas nos impactarán más que negativamente en lo ambiental. Estos ejemplos de monocultivos son tal vez de actualidad, sin embargo desde hace muchos años Uruguay posee tradición en monocultivos que también impactan negativamente el ambiente, a modo de ejemplo: el arroz, el trigo, la papa y hasta la caña de azúcar. Es que monocultivo significa eso, el cultivo de una única especie vegetal y por consiguiente mediante técnicas de agricultura convencional. Esto es, usando altas concentraciones de fertilizantes químicos, herbicidas, fungicidas e insecticidas; todos agresores de ecosistemas.

Pero entonces, ¿cuál va a ser la posición de Avanzar, estar en contra también de la papa y de la caña de azúcar?. Es que si realmente nos basáramos en argumentos ecologistas deberíamos estarlo.

Lo primero que debemos aceptar es que cualquier actividad humana tendrá un impacto inevitable en el medio, y esto solo por ser actualmente 6000 millones de seres sobre la tierra con pronósticos de llegar a 8000 millones para el año 2010.

Pues nada que haga el hombre y menos aún en aquellos rubros de producción de alimentos estará exonerado de impactar en los ecosistemas.

Nuestro argumento en contra de unos respecto de otros no necesariamente debe ser ecologista sino fuertemente político. Tanto el eucaliptus con destino a celulosa como la soja, por ejemplo, son macroemprendimientos que afectan bastísimas extensiones de nuestro territorio y con miras a extenderse mucho más aún.

No solo atemoriza la magnitud de estos emprendimientos sino también que como es conocido están básicamente en manos extranjeras (multinacionales), planteándonos otro problema: la extranjerización de la tierra. Por más que se argumente a favor de las fuentes de trabajo que generarán, punto altamente discutible por la calidad de empleo que se logra; y que se argumente en lo positivo del establecimiento de inversiones extranjeras en el país, la pregunta es si estamos dispuestos a que el gran beneficio se lo lleven otros y nos quede como resultado un territorio exprimido y estéril hipotecando así otras posibilidades de futuro.

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