domingo, 24 de junio de 2007

El único cambio posible es el que incluya y el que esté marcado por el olor a pueblo.

En el 2004 la mayoría de la gente de este país voto por el cambio, (más del 50 por ciento votó al Frente Amplio) y fue precisamente por eso -quería que algo cambiara.

Y si los blancos y colorados perdieron la elección fue, sobre todas las cosas, porque el proyecto de país o los diferentes «ensayos» que practicaron, desde la vuelta a la democracia hasta esa fecha, perdieron credibilidad a la luz de muy malos resultados en todas las áreas de desarrollo del país.

La coalición blanqui-colorada por años se copió a si misma, la gente dejó de creerles, y se fueron prácticamente «atrincherando» en un espacio de acción común, (no olvidemos que compartían, actos electorales, ministerios, entes, etc. etc.), pero el cataclismo les llegó -el pueblo uruguayo, decidió cambiar la flecha y el voto colocado en las urnas con una tendencia de centro derecha, se lo dio en aquel momento a la centro izquierda. Llegó la hora de cambiar, y no se hizo solo en las palabras se concretó en los hechos.

Apostar?, probar?, dar un voto prestado, ¿a quién?. A una izquierda que tenía un discurso diferente. Una izquierda que diera una nueva visión renovada y alentadora de la economía, la sociedad y el estado.

Una izquierda que indudablemente tomaría un sinnúmero de decisiones que a la oposición no le gustaría, pero que terminaría «calando hondo» en toda la problemática nacional, y conduciría a Uruguay con algún rumbo nuevo.

Pero este gobierno cambió gran parte de su discurso. Y lo que es peor no explica bien lo que hace y porqué lo hace. O podríamos decir que no explica porque no hace lo que siempre se dijo que se iba a hacer.

Y si está haciendo las cosas de otro modo y no se explican las razones, nada cambia.

Hasta ahora solo hemos visto la aplicación de algunas políticas más prolijas que la de sus antecesores, -se necesitaba muy poco esfuerzo para hacerlo, pero sin llegar -ya a dos años de asumido el gobierno, a lo que todos entendemos condujo a la gente a apoyar el cambio.

Y lo que es peor, en muchos casos en las acciones y en los discursos se repite mucho de lo que hacían los blancos y los colorados. Eso preocupa porque si la derecha vuelve, recogerá intacto lo que dejó cuando perdió la credibilidad de la gente. Además podrá agradecer que el Frente le dejó un país ordenado y sin cambios fundamentales. De esta forma finalizaremos un nuevo período. dos , tres o cuatro, y quedará la misma franja de cuestiones generales sin cambiar.

Y al medio estará una población uruguaya muy importante que sigue esperando soluciones reales.

Yo no creo que nadie votante, militante, etc. haya apostado tan firmemente al cambio, si sobrevolara en él la menor idea del perdurar. Si es el perdurar lo que los sectores hoy mayoritarios y con responsabilidades de gobierno, tienen en la primera hoja de la agenda.

Se puede gobernar muchos años, estar en el gobierno varios períodos, administrar bien, y en el fondo, no cambiar nada.

Crece en muchos de nosotros cierta incertidumbre de ¿dónde estamos y hacia dónde vamos?

Además falta el debate, hablar de política, confrontar ideas, visiones de futuro con toda la sociedad. Creemos en el pueblo organizado, participativo, incidiendo, pero todo esto se ha quitado hasta de la propia interna frenteamplista.

No fue para que se pareciera a los gobiernos anteriores que la gente afrontó el cambio.

No fue para «esto», que se perdieron tantos años de militanciade muchos compañeros, y se pasaron de las más varias angustias.

Se debe poner en práctica ya -o la población juzgará a su saber y entender, la visión de país que siempre tuvo la izquierda. Es que eso alentamos desde muchos años, un cambio a la uruguaya si, pero a nuestro entender quedó guardado y olvidado en algún cajón titulado: «discursos viejos».

Ese cambio no ha aparecido. Esa promesa en la cual la gente creyó se ha ido diluyendo, en el llamado «período de transición», y se ha transformado en algo que reiteramos, se parece demasiado a lo anterior.

La única alternativa de cambio real pasa precisamente por lo contrario. Apostar a los programas del Frente, al material de los Congresos, de los Comités, de los Plenarios, etc. etc. y conjuntamente con la gente, con el pueblo, conjugar el mismo idioma de acción.

Es ahí, en la población, en sus inquietudes, en sus ideas, donde se va a gestar la nueva realidad.

Sin esa participación directa, la democracia se vuelve hipócrita y «de salón».

El único cambio posible es ese, el que incluya, el que esté marcado por el olor a pueblo, al de abajo, a juventud, a laburantes, a participación.

Eduardo Hernández

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