Eduardo Hernández - AVANZAR
Cada reunión que concurrimos a Montevideo al Coordinador Nacional de la Asamblea Popular, recibimos variadas noticias de nuevas incorporaciones de vecinos independientes y de organizaciones sociales, sindicales y políticas. Todos los ámbitos del quehacer ciudadano se han ido sumando en esta cimentación colectiva que a medida que pasa el tiempo va tomando forma. En los primeros tiempos la Asamblea Popular fue una herramienta, que se autogeneró por iniciativa de los propios militantes, vecinos que habían confiado su voto al Frente Amplio y que necesitaban comenzar a comunicar sus discrepancias y se sentían profundamente defraudados por las acciones de los principales dirigentes de los sectores mayoritarios que a entender de todos “habían cambiado el rumbo”, se “habían olvidado de los postulados históricos de la izquierda” y “habían entregado el gobierno al neoliberalismo, las multinacionales, al capital financiero especulador internacional, olvidándose de la clase trabajadora, de la defensa de la tierra y de nuestros recursos naturales”. Una y otra vez estas frases y otras se repetían en cada Asamblea. Primero se intentó cambiar el rumbo desde adentro. Pero los sectores dominantes se mostraron monolíticos y arrogantes. Ya no se aceptaban más las voces discrepantes en la interna más allá que implicaran la base misma de la lucha histórica de la izquierda y la voz de los más viejos militantes. Buscamos hacer los planteos en los organismos correspondientes y recurrimos a las instancias electores logrando en todos ellos un fuerte apoyo de los compañeros frenteamplistas. Pero las puertas se cerraban aún más. La casta dominante había elegido cambiar el rumbo a cualquier precio. Postergados quedaban nuevamente los sueños del pueblo uruguayo. Pero la Asamblea Popular como toda fuerza que emerge en la raíz misma del pueblo, en el obrero, en el estudiante, en los jubilados, en los trabajos rústicos de los pequeños productores rurales, detrás de un mostrador de los pequeños comerciantes de barrio, en las mesas artesanales de los industriales manufactureros, en las charlas de vecinas y vecinas, en cada rincón del país, sigue su impulso y es la misma gente que la consolida en la herramienta que hoy es. Amplios talleres de trabajos se han desplegado y comienzan a dar sus frutos. Pero también interactúan con corrientes sindicales, de jubilados o actores de ámbitos como la cultura, economía, salud, educación, etc. etc. Lo mismo se repite en cada Asamblea Popular de las que se están realizando por todas partes. Ninguna voz pasa inadvertida. Como nos decía el otro día en la Asamblea Popular que se realizó en el Local de Avanzar, un joven con los ojos llenos de alegría “esto sí que se está poniendo bueno”. Se despliega una fuerza política electoral democrática con “olor, sentir y palpitar de pueblo”, que lleva como bandera los principios y programas históricos de la izquierda nacional. Este espacio que desde el principio ha estado y permanecerá leal en una estructura abierta, siempre y cuando conlleven en sí mismo los intereses generales de la población. Un construcción sobre la base del cambio que los uruguayos queríamos y queremos. Solo tendremos que estar atentos a su desarrollo, potenciarla e incrementarla con todos los sueños y anhelos que como vecinos tenemos. Es una construcción para todo el pueblo uruguayo y artiguista.
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